Biografía de D. Leonardo Torres Quevedo

Hijo de D. Luis Torres Vildósolo y Urquijo y Dª. Valentina Quevedo de la Maza, nacido en Santa Cruz de Iguña (Santander) el 28 de diciembre de 1852, tuvo dos hermanos Dª Joaquina y D. Luis.

Vivió en Bilbao durante los primeros años de su vida donde estudió el Bachillerato, pasando grandes temporadas en su pueblo natal.

De su padre heredó su gran afición a las Matemáticas, que tanto le sirvieron en su carrera de inventor, de su madre la austeridad castellano-montañesa y de ambos, su tesón y pasión por el trabajo.

D. Leonardo Torres Quevedo

Cuando terminó el Bachillerato, sus padres decidieron que pasara dos años en París, en el colegio de los hermanos de la Doctrina Cristiana, conociendo la cultura, costumbres y lengua francesa y que en años posteriores tanto le ayudarían en sus relaciones científico-técnicas con personalidades e instituciones científicas como la Academia de Ciencias de París.

Volvió a Bilbao y aunque sus padres vivían en Andalucía (su padre era ingeniero en la empresa del ferrocarril Sevilla-Cádiz), quedó alojado en casa de unas parientes, las señoritas Barrenechea, de las que más tarde heredaría la fortuna que hizo posible a D. Leonardo independizarse de la profesión de ingeniero y sumergirse de lleno en sus investigaciones e inventos.

En 1870 sus padres se instalan en Madrid y con ellos Leonardo. Dada su afición a las Matemáticas y a la Mecánica, deciden elegir como carrera la de Ingeniero de Caminos, comenzando sus estudios en dicha Escuela en 1871 y terminando en 1876, con el nº 4 de una promoción de 7.

En este intervalo de tiempo, y pasando una temporada en Bilbao, se produjo el sitio de esta ciudad por las tropas carlistas y Leonardo, junto con su hermano Luis, se alistan en el batallón de auxiliares voluntarios para la defensa de la ciudad.

Durante un breve tiempo se dedica a trabajos ferroviarios. Más tarde hace un largo viaje por Europa visitando Italia, Francia y Suiza, países donde se impregnará del progreso científico y técnico de la época y que irá poco a poco asentando y madurando lentamente a lo largo de su nueva estancia en Madrid.

En 1885 se casó en Portolín (Santander) con Doña Luz Polanco y Navarro quien le daría ocho hijos: Leonardo (fallecido a los 2 años), Gonzalo (más tarde su colaborador), Luz, Valentina, Luisa, Julia, Leonardo y Fernando.

Aquí realiza sus primeros pasos en la ejecución de un transbordador: primero en el valle de los Venenales y posteriormente otro de más envergadura en el Valle de Iguña entre el pico de Pando y los Picotes sobre el rio León.  

Después del fallecimiento de su primer hijo, en 1889, se traslada a Madrid con la firme intención de llevar a la práctica los proyectos que en años anteriores había ideado.  Durante este tiempo acude al Ateneo, a las tertulias literarias del café Suizo y de la Elipa, pero, por lo general, sin participar en debates y discusiones de tipo político. Vivió durante muchos años en la calle Válgame Dios nº 3.

En 1890 realiza un viaje a Suiza, mitad turístico mitad científico, presentando en este país su proyecto de transbordador pero sin obtener de los científicos e ingenieros suizos el apoyo esperado, lo que supuso para D. Leonardo un serio contratiempo.

Ante este fracaso, D. Leonardo abandona momentáneamente (volverá a retomarlo con posterioridad) el tema de los transbordadores, entrando de lleno en la etapa conocida como “de las máquinas analógicas”.

Transbordador
Transbordador sobre el Niágara

Se puede considerar como el primer invento de Torres Quevedo.  En 1889 presentó en Brevet (Suiza) la patente “Un sistema de camino funicular aéreo de alambres múltiples” publicada por la Confederación Suiza en abril de 1889. El primer funicular construido fue el de Portolín, ideado para una persona y con un motor de arrastre animal (dos vacas). Construyó otro en Iguña con 2 km de luz, accionado por un motor mecánico y destinado solo a acarreo de materiales. Aparcó durante unos años el proyecto debido tanto al rechazo que los ingenieros suizos hicieron de su proyecto, como a algunos comentarios y caricaturas aparecidos en la prensa de ese país.

En octubre de 1907 se inauguró el transbordador funicular de Monte Ulía, cerca de San Sebastián  y después el del Niágara (EE.UU.) en 1916. Este último se construyó y se explotó mediante una sociedad (Niagara Spanish Aerocar Co. Limited) domiciliada en Canadá, pero con capital exclusivamente español, y dirigida por D. Gonzalo Torres y Polanco, hijo de D. Leonardo. De este modo se sacó la espina clavada por los ingenieros y prensa suiza, que tanto habían ridiculizado la presentación de su primer proyecto. De esta magnífica obra de ingeniería, aún hoy operativa, escribía Muarice d’Ocagne, presidente de la Société Mathématique de France, en la Revue des Questions Scientifiques: “Es bastante significativo que sobre el suelo de ese nuevo mundo, cuyos ingenieros son famosos por lo atrevido de sus concepciones, este alarde mecánico haya sido realizado por un hijo de la vieja España”.

Transbordador, probablemente el construido sobre el monte Ulía
Máquinas analógicas
Máquina analógica

En 1893, D. Leonardo presenta una memoria sobre máquinas algébricas en una solicitud de ayuda a la Dirección General de Obras Públicas, quien recaba informe a la Real Academia de Ciencias de Madrid. El académico ponente, D. Eduardo Saavedra, realiza un informe favorable de dicha memoria y la propia Academia dice: “Como consecuencia y en consideración a las positivas ventajas que de la posesión y empleo de tan peregrino aparato se obtendrían en las aplicaciones científicas más variadas, concluyese manifestando cuán conveniente y por todo extremo plausible sería que la Superioridad acudiese en auxilio del inventor, facilitándole como él solicita, algunos recursos pecuniarios, y el apoyo moral, no menos indispensable para poder trasladarse al extranjero, y ultimar y perfeccionar allí sus estudios y ensayos prácticos hasta dar completa y satisfactoria solución al problema que, durante ya muchos años, ha consagrado sus recursos, afanes y vigilias”.

Con fecha 22 de diciembre de 1894 se concede la ayuda y se publica la primera “Memoria sobre Maquinas Algébricas”, en Bilbao en junio de 1895.

Después viaja a Francia donde presenta en la Académie des Sciences de Páris y en el Congreso de Burdeos de la Asociatión pour l’Avancement des Sciences la comunicación “Machines Algébriques” acompañada de su modelo de demostración y visita diferentes centros de investigación y laboratorios de Mecánica para estudiar las posibilidades y presupuestos de construcción de sus calculadoras.

Más adelante, después de varios años de trabajos, en 1900 presentó un proyecto más detallado de su calculadora a la misma Academia de París, a la vez que un modelo para calcular las raíces reales de las ecuaciones trinomios que tituló “Machine á calculer”.

Husillo sin fin

El husillo sin fin es un órgano fundamental de la máquina de calcular consistente en un sistema mecánico que permite calcular el logaritmo de un producto como suma de logaritmos, resolviendo el complejo y difícil problema de su representación mecánica mediante una solución teórica.

La Comisión informada favorablemente por M. Deprez, H. Poincaré y P. Appell rogó a la Academia su publicación, pero lo cierto es que tendrían que pasar varios años hasta que la máquina se construyera completamente. Según su hijo D. Gonzalo se debió comenzar en 1910 y se terminó en 1920.

Deberían llegar los progresos de la electricidad y la aparición de la electrónica, así como el progreso de la metrología, para que el mundo de las calculadoras y el mundo tecnológico cambiaran drásticamente y las calculadoras analógicas de tipo mecánico de Torres Quevedo, fueran sustituidas más tarde por las de tipo electromecánico y, en fin, las de tipo electrónico.

Husillo sin fin, vista frontal
Académico

Torres Quevedo ingresó el 19 de mayo de 1901 en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid ocupando el puesto que dejó vacante D. Alberto Boch y Fustegueras, con un discurso sobre “Máquinas Algébricas” modelo de claridad y exposición, que fue contestado por el Académico Sr. Arrillaga. Fue sin duda el reconocimiento a todas sus investigaciones y la afirmación de la personalidad científica de D. Leonardo a las que siguieron unos años incansables de estudios y trabajos, tanto en España como en el extranjero, particularmente en Francia, donde contó con innumerables apoyos y amigos.

Como creador de una nueva lengua simbólica para la descripción de las máquinas, la propuesta de algunas reglas para su gramática y algunos símbolos de su diccionario, como usuario ejemplar de la lengua ordinaria (española y francesa) en ciencia y técnica y como ideador de un diccionario tecnológico español propuesto a la Unión Internacional Hispano Americana de Bibliografía y Tecnología Científicas, se hizo acreedor como pocos a ocupar un sillón en la Real Academia Española de la lengua cuyo acto de recepción tuvo lugar el 31 de octubre de 1920, ocupando el sillón de la letra N.

Fue miembro además de innumerables Academias tanto españolas como de otros países. Entre ellas la Hispano Americana de Cádiz, la de Ciencias de Zaragoza, Buenos Aires o  París, la Sociedad de Física y de Historia Natural de Ginebra, y recibió honores y condecoraciones tales como Gran Cruz de Alfonso XII, y Carlos III, la Medalla Echegaray de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, Premio Parville de la Academia de Ciencias de Paris.

Creación del Laboratorio de Mecánica Aplicada

Solo cuando  empezó a ser conocido por sus inventos, el Estado le ofreció ayuda. El Gobierno, con fecha 22 de febrero de 1907, crea bajo su dirección el denominado inicialmente Laboratorio de Mecánica Aplicada que sería construido varios años después.

Fue en septiembre 1906 cuando la Junta Directiva del Ateneo de Madrid le rindió un homenaje por su obra realizada, publicando un número casi  monográfico, en su revista  Ateneo titulado "Los  inventos  del  Sr.  Torres Quevedo. Máquinas algébricas. El telequino. Los globos dirigibles", dedicado a enaltecer su obra cuyo último punto  "En  Justa  Demanda",  es  un  manifiesto  en  favor  de Leonardo Torres y Quevedo en el cual se decía: “ATENEO   se atreve  a pedir,  por  considerarlo  de justicia,  que  no  se dejen malograr  los esfuerzos  de una inteligencia  tan privilegiada  como  la de Torres  Quevedo  por falta de medios  para realizar  sus concepciones;  y así ... pedimos  al Gobierno  y a las Cortes, con la confianza  puesta en el porvenir,  que  se  monte  un  laboratorio   de  Mecánica   Aplicada  para  el desarrollo de las iniciativas del ilustre ingeniero.

Respaldada la propuesta por personalidades de la talla de Marcelino Menéndez Pelayo, Santiago Ramón y Cajal, Manuel Antón Ferrándiz,  José Rodríguez Carracido, Ramón Menéndez Pidal, Emilia Pardo Bazán, Luís Simarro Lacabra, Joaquín Sorolla Bastida, etc., el gobierno accedió y creo el Laboratorio que más tarde se llamaría Laboratorio de Automática dirigido por D. Leonardo, instalado en los altos del Hipódromo en el Palacio de la Industria de las Artes de Madrid.

Allí se construyeron un gran número de instrumentos científicos para Ramón y Cajal, Blas Cabrera, Ángel del Campo, Jose Mª Torroja, Esteban Terradas y otros muchos.

El desarrollo del Laboratorio de Automática llego a su máximo esplendor con la reforma del Palacio de la Industria y las Artes, para albergar allí la Escuela de Ingenieros Industriales y la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y el Museo de Historia Natural ampliándose también el propio Laboratorio de Automática.

Dirigibles

El primer proyecto de dirigible lo presentó D. Leonardo  en 1902 a las Academias de Ciencias Española y Francesa siendo en ambos casos informados favorablemente; en el caso español por Echegaray y en el caso francés por Appel.

Pruebas con uno de los dirigibles, Torres Quevedo con sombrero blanco

En 1904 realizó un nuevo proyecto y entre 1905 y 1906, con la ayuda del capitán de ingenieros Sr. Kindelan, se realizaron los primeros trabajos, llevándose a cabo diversos ensayos en el Parque Aerostático Militar de Guadalajara.

El 4 de enero de 1904 se crea, dependiendo de la Dirección General de Obras Públicas, el Centro de Ensayos de Aeronáutica del que se nombra director a D. Leonardo. Se presenta un nuevo proyecto de dirigible y tras diversas pruebas a lo largo de años posteriores, marcha con su proyecto de nuevo a Paris donde la casa Astra solicitó al ingeniero español que le concediese la exclusiva para la explotación de las patentes del globo. Se construyeron varios modelos: en 1911 el Astra-Torres XIV y en 1914 el Astra XV. Sus últimas aportaciones en el campo de la navegación aérea datan de 1919, con el proyecto del dirigible Hispania, concebido para el servicio regular de viajeros entre España y América, pero que no  llegó a nacer.             

Ensayo sobre automática

A Torres Quevedo se le puede considerar como uno de los precursores en el campo de la Cibernética.

Son tres los aparatos o máquinas inventadas por él: el Telekino, el Autómata Ajedrecista y el Aritmómetro Electromecánico. Todos ellos son consecuencia de los principios enunciados en el “Ensayo sobre automática. Su definición. Extensión teórica de sus aplicaciones” que se publicó en la Revista de la Real Academia de Ciencias, en enero de 1914.

En dicho Ensayo enuncia los fundamentos teóricos de la Automática: expone un proyecto de sistemas para realizar operaciones aritméticas por procesos digitales, introduciendo la idea de los circuitos de conmutación mediante relés; desarrolla un procedimiento original para comparar dos cantidades, diseña un autómata sencillo y se refiere a Babbage y a su célebre máquina analítica, destacando que la causa de su fracaso había sido el uso de procedimientos mecánicos exclusivos. En consecuencia, Torres Quevedo se decide por el uso de sistemas electromecánicos haciendo ver que en éstos radica el futuro. Los autómatas tendrán sentidos (aparatos sensibles a las circunstancias externas), poseerán miembros (aparatos capaces de ejecutar operaciones), dispondrán de energía necesaria y, además, y sobre todo, tendrán capacidad de discernimiento (objeto principal de la Automática), es decir, de elección entre diferentes opciones.

El ensayo fue una culminación de los estudios e investigaciones y los aparatos mencionados fueron ejemplos de lo que podía hacerse con los principios establecidos.

Torres Quevedo introduciendo la ingeniería electromecánica, se convierte en pionero de las máquinas calculadoras digitales reales, construidas. El posterior desarrollo de la electrónica ha hecho posible, industrial y comercialmente, construir máquinas de las características propuestas por él.

Telekino

El Telekino es un dispositivo de mando a distancia, utilizando ondas electromagnéticas que actúan en los sistemas de telegrafía sobre un electroimán cuya armadura se emplea en la inscripción de las señales Morse, es decir, es un autómata que ejecuta las órdenes que se le envían por telegrafía sin hilos.

Telekino

Se realizaron numerosas pruebas públicas del invento: con un triciclo en el frontón Beti-Jai en Madrid (1904), con una barca en la ría del Nervión (1905) y con un bote en la Casa de Campo de Madrid (1906). Todas ellas con un gran éxito, pero las autoridades españolas no permitieron que realizara dichos experimentos sobre torpedos submarinos ni se permitió hacer ensayos no pilotados de dirigibles gobernados a distancia, quedando en el baúl de los recuerdos todo la labor científica  y técnica realizada por D. Leonardo. No obstante,  desde la perspectiva histórica actual se puede afirmar que el telekino, el primer autómata de Torres Quevedo, supuso el nacimiento de la nueva ciencia Automática; el inicio de la era de la electromecánica (creación posterior de máquinas y autómatas como el ajedrecista y el aritmómetro); la introducción del mando a distancia como aparato para gobernar movimientos y órdenes complejas (gracias a su invento del contacto retardado) y  el primer aparato de radiodirección o teledirección del mundo.

Autómata ajedricista

Torres Quevedo diseño dos ajedrecistas, el primero lo construyó él mismo en torno a 1912, y lo presentó en París en el Laboratorio de Mecánica de la Sorbona en 1914. Las reglas impuestas por D. Leonardo en la construcción de esta máquina fueron deducidas partiendo de los principios sobre sistemas de conmutación, que él mismo enunció en su célebre memoria sobre el Automatismo.

Ajedrecista

El segundo lo termina su hijo Gonzalo, bajo su dirección hacía el 1920  y fue presentado en París en 1922. Resulta más elegante de presentación y más perfeccionado técnicamente. La estructura mecánica para lograr el movimiento de las piezas blancas consiste en un conjunto de ejes, tambores, trenes epicicloidales y lanzaderas que permiten las traslaciones longitudinales y transversales de las piezas por el tablero. La estructura electromecánica se basa en un conjunto de electroimanes y dispone de automatismos electromecánicos que se corresponden con las diferentes posibilidades de las reglas del juego.

La máquina juega al ajedrez, piensa, mueve las piezas  da sucesivos jaques por sus movimientos inteligentes hasta conseguir el jaque mate que es anunciado por un gramófono y gana siempre.

Produjo una impresionante sensación en su tiempo, es la primera máquina de tipo electromecánico que juega al ajedrez y constituye una de las primeras manifestaciones de inteligencia artificial.

Aritmómetro electromecánico
Máquina de calcular

Con este aparato, Torres Quevedo introduce mecanismos automáticos nuevos y originales. Su mérito fue diseñar la máquina de manera que hiciera comparaciones y tomara decisiones. Disponía de las diferentes unidades que constituyen una computadora actual: unidad aritmética, unidad de control, pequeña memoria y una máquina de escribir como sistema de salida.

La concepción y realización de esta calculadora digital mediante sistemas electromecánicos sitúan a Torres Quevedo como pionero de la Automática actual debido a la incorporación  de sus principales componentes, como dispositivos para registrar valores numéricos, realizar diferentes operaciones, ejecutar todos los cálculos, imprimir los resultados e informar que la operación ha terminado. Fue la última publicación propiamente científica de D. Leonardo presentada, como otros muchos de sus, trabajos en la Academia de Ciencias de Paris en 1920.

Otros inventos

Además de los inventos anteriormente comentados, a D. Leonardo se le deben otros como el Indicador de coordenadas, el Lanza-Cables, un Aparato para tomar discursos sin taquígrafo, varios Jugadores autómatas, un Puntero proyectable, un Sintetizador de movimiento, una Balanza automática, una Embarcación de dos flotadores, un Buque campamento, etc.

Fruto de su trabajo investigador, Torres Quevedo recibió del Rey Alfonso XIII la Medalla de Oro Echegaray, en 1916.

Fallecimiento

En plena guerra civil y después de una enfermedad de carácter progresivo, el día 18 de diciembre de 1936 D. Leonardo Torres Quevedo fallecía a los 84 años en Madrid, en la casa de su hijo D. Gonzalo. Las angustiosas circunstancias por las que pasaba España en esas fechas hicieron que su muerte pasará un tanto inadvertida. Unos años después, algunas personalidades como D. Pedro González Quijano y científicos como D’Ocagne (su gran amigo francés), se hicieron eco de su fallecimiento, loando su gran labor científica e investigadora. El primero publicó en la Revista Matemática Hispano-Americana un sentido artículo necrológico y dio en el Instituto Francés una conferencia sobre la vida y labor de D. Leonardo; y el segundo impartiendo sendas conferencias en París y  en Bruselas.

En 1953 tuvieron lugar los actos conmemorativos del Centenario de su nacimiento, con intervención de las más altas personalidades académicas, científicas y universitarias del país y de fuera de nuestras fronteras. Posteriormente se han celebrado tres Simposios “Leonardo Torres Quevedo, su vida, su tiempo, su obra” en Molledo (1987), Real Valle de Camargo (1991) y Pozuelo de Alarcón (1995).

D. Leonardo Torres Quevedo, junto con D. Santiago Ramón y Cajal, son sin duda prototipos de científicos e investigadores y dos de los pilares en los que se debe apoyar la forma de hacer ciencia e investigación. Ambos han sido a lo largo de toda su vida un buen ejemplo de trabajo duro y tenaz, pasión y chispa creadora, paradigma de científicos y guerrilleros de la ciencia como el mismo D. Leonardo se definía.

Placa reconocimiento IEEE

En los siguientes años a su fallecimiento, Torres Quevedo no fue olvidado, creándose un Instituto con su nombre dedicado a “proyectar y fabricar instrumentos y la de investigar problemas mecánicos, eléctricos y electrónicos” que hoy en día es el germen de nuestro Instituto de Tecnologías Físicas y de la Información, “Leonardo Torres Quevedo”

Madrid, septiembre de 2014
Juan Carlos Fernández-Gallardo Alía